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sábado, 28 de junio de 2014

Fiebre del Oro Amenaza la Amazonia

El precio record que ha alcanzado el mineral tiene una insólita víctima: la biodiversidad de las selvas tropicales de la Amazonía peruana.


Tras la crisis del año 2008, muchos inversores se vieron obligados a poner su dinero en un eterno bastión de seguridad económica: el oro. Esto significó que miles de mineros ilegales han invadido la región deMadre de Dios, en la parte suroriente de Perú. Recibe este nombre del río Madre de Dios, de cuya cuenca son afluentes la mayor parte de los ríos de la zona.
La minería ilegal ha causado una catástrofe en las selvas tropicales vírgenes y los sistemas fluviales, incluyendo algunas de las reservas naturales más importantes de Perú. Los mineros ilegales utilizantécnicas primitivas de la minería para lograr extraer enormes cantidades de oro de los suelos arenosos, que destellan llenos de partículas del metal precioso. Mientras extraen el mineral, el veneno de la tabla de agua con mercurio y la tosca extracción provocan agujeros tóxicos en la selva virgen.
Según Jorge Herrera, director del programa del sur del Amazonas para el World Wildlife Fund, “se trata de una zona de desastre” donde “el coste ambiental es muy alto. Eso se debe en parte a las técnicas utilizadas, pero también a la biodiversidad irremplazable que alberga esta región”.
Se calcula que el número de mineros en Madre de Dios oscilan entre los 40.000 y 50.000 y, de acuerdo a la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA), tan sólo el 3% de ellos son legales, trabajando en concesiones oficiales con permisos ambientales y equipo autorizado.
Estos mineros ilegales producen casi una quinta parte del total anual del oro de Perú, que alcanza las 175 toneladas métricas. También son los responsables de la destrucción de más de 70 kilómetros cuadrados de selva tropical y, según grupos ambientalistas, provocan un vertido de unas  35 toneladas métricas anuales de mercurio en las corrientes de los ríos y la selva.
Si eso no fuera suficiente,  la minería ilegal ha provocado asentamientos en áreas peligrosas en las profundidades del Amazonas, donde no hay leyes vigentes, proliferan las armas, el alcohol barato y burdeles llenos de prostitutas adolescentes.
“Este asunto es ahora demasiado grande para el gobierno regional”, señala Herrera. “O el Gobierno nacional aborda este problema, o supondrá efectivamente la entrega de Madre de Dios a las bandas criminales, con todo lo que esto implica, no sólo para el medio ambiente, sino para la seguridad pública y el imperio de la ley”.
El Gobierno de Perú tomó enérgicas medidas al respecto el año pasado, que incluyeron varias operaciones conjuntas de la Policía, el Ejercito, la Marina y la Fuerza Aérea, que incautaron y destruyeron equipos de mineros ilegales, incluidas las herramientas de dragado, que violan y alteran los cauces de la selva.
La administración de Ollanta Humala cobra una pequeña suma de dinero por las concesiones mineras –entre 0,5 y 1 dólar por hectárea al año– en contraste con la ganancia de mil dólares que se puede conseguir con la extracción de una onza de oro.
Para una región golpeada por la pobreza y de pocas oportunidades económicas, la mayoría de las familias poseen un integrante del grupo que es minero.
“La minería es una actividad natural en Madre de Dios. El Gobierno tiene que respetarla”, dice Mario Cabrera Villavicencio, vicepresidente de la federación de la principal zona minera. “En Lima, no entienden la realidad de la vida en el Amazonas”.
Pero no todos en Puerto Maldonado, capital del departamento de Madre de Dios, piensan de la misma forma. El ecoturismo crece de forma rápida, con alojamientos en la selva que cada año reciben más visitantes. Los pescadores y comunidades indígenas locales también se oponen de manera enfática a la destrucción del medio ambiente.
En octubre pasado, cientos de manifestantes ocuparon la plaza principal de Puerto Maldonado con letreros y pancartas que decían: “¿Dónde están los fiscales del medio ambiente?” y “¿cuántas onzas [de oro] vale una vida?".
Villevicencio, desde su oficina en Puerto Maldonado, indica que la mayoría de sus miembros son “informales”, no ilegales. “Tienen concesiones, pero el Gobierno regional no ha respondido a sus solicitudes de permisos ambientales”,  dice.
Como sea el caso, para Alan Díaz Carrión, abogado de la SPDA, los mineros están operando en contra de la ley. “Puede que seas el propietario de un coche, pero si no tienes permiso de conducir y conduces, entonces estás infringiendo la ley”, dice Díaz Carrión.
A principios de febrero de 2012, un cambio de gabinete en el Gobierno de Humala dejo como ministro del Medio Ambiente a Manuel Pulgar Vidal, ex jefe de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental, quien ha prometido una nueva ley que otorgará al Estado más poder para detener la minería ilegal.
Cuando todos los mercados están a la espera del debacle financiero, las selvas de Madre de Dios podrían ser nuevamente una víctima más.
Pero los problemas en Madre de Dios no son los únicos que aquejan a Perú. Conocido por todos es el caso de la minera Yanacocha y el Proyecto Conga, en el cual la empresa Newmont Mining Corporation (dueña del 51.35 % de la minera) planea explotar mineral aurífero en Cajamarca, a unos 800 kilómetros de la ciudad de Lima.
Para los pobladores de Cajamarca, que realizaron una gran marcha por el agua que llegó a Lima la semana pasada, el proyecto minero es una amenaza tangible a las cuencas hídricas de la provincia.
A finales de febrero, una comisión integrada por peritos extranjeros evaluará en terreno el Estudio de Impacto Ambiental del proyecto minero. Conga, que fue aprobada en octubre de 2010,  ha sido duramente criticada por los daños que podría causar en las reservas de agua de la zona. Debido a las protestas locales, el Gobierno acordó realizar un peritaje en diciembre pasado.
Es importante destacar que el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (PIDESC) reconoce en los artículos 11 y 12, el derecho al agua.
Adoptado el 16 de diciembre de 1966, el PIDESC es el principal y único tratado internacional que cubre la totalidad de derechos económicos, sociales y culturales. Constituye junto con la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Carta Internacional de Derechos Humanos, fuente de todos los tratados internacionales en materia de derechos humanos.
El PIDESC define y estipula principalmente, como parte integrante e indisociable de los derechos humanos, el derecho a un nivel de vida adecuado (alimentación, vivienda, vestido, etc.), el derecho a la educación, el derecho al trabajo en condiciones justas y favorables, los derechos sindicales y de huelga, el derecho a la salud, un derecho a la seguridad y [a los] seguros sociales y también el derecho a participar en la vida cultural y de beneficiarse del progreso científico.

martes, 10 de diciembre de 2013

la ambicion de pizarro al botin de oro

EL BOTÍN DE ORO DE PIZARRO
La cruzada de sangre y oro de la conquista llegó con Pizarro a Cajamarca y desbarató, en el espacio de cincuenta minutos, con ciento sesenta y ocho aventureros haraposos, al invicto ejército incaico de treinta mil hombres, que había conquistado toda la América del Sur, como tres siglos más tarde el Imperio español, en que no se ponía el sol, sería desbaratado en cincuenta y cinco minutos de combate por ochocientos peruanos, en el campo de Junín. De la captura del Inca, en medio de su corte enjoyada en lo alto de su litera impasible, cargada por los estoicos Lucanas, arranca el río de oro alucinante que lleva el nombre del Perú a los confines del mundo occidental. Y no fue mentira el relato fabuloso de los cronistas, ni de los humanistas europeos o los comerciantes genoveses o venecianos que en Sevilla vieron el desfile del fantástico botín y lo divulgaron por Europa con cifras de envidia. Aquel día, en aquel rincón andino del Perú, la historia del mundo había dado un salto o un viraje: el oro americano, principalmente el del Perú, iba a transformar la economía europea, porque al aumentar el circulante y producir la repentina alza de los precios, iba a surgir el auge incontrolado del dinero y del capitalismo.
Jerez y Pedro Sancho, secretarios de Pizarro, describieron en sus crónicas –que se tradujeron y adaptaron en publicaciones europeas– el botín obtenido por Pizarro en Cajamarca y el Cuzco. El primer botín de la cabalgata sudorosa y jadeante, que recorre el campo de Cajamarca y saquea el campamento del Inca, es de 80 mil pesos de oro y siete mil marcos de plata y 14 esmeraldas. "El oro y plata se hubo –dice, maravillado, el escribano Xerez, Secretario de Pizarro, informando oficialmente al Rey– en piezas monstruosas y platos grandes y pequeños y cántaros y ollas y braceros y copones grandes y otras piezas diversas". Atabalipa –el Inca preso– dijo a los españoles que todo esto y mucho más que se llevaron los indios fugitivos "era vajilla de su servicio".
El Inca, astuto y sutil, en quien los españoles se espantarían "de ver en hombre bárbaro tanta prudencia", comprendió que el oro, buscado ansiosamente por la soldadesca era el precio y el talismán de su vida e hizo espectacularmente, el ofrecimiento fabuloso que llenó de asombro a su siglo y a la historia: llenar la sala de su prisión, de 22 pies de largo por 17 de ancho, de cántaros, ollas, tejuelos y otras piezas de oro y dos veces la misma extensión de plata, hasta la altura de "estado y medio". Del Cuzco, de donde debía, traerse el oro a Cajamarca había, por lo menos, cuarenta días de ida y vuelta, con los que el Inca había ganado una prórroga efectiva de su vida, plazo dentro del que sus generales de Quito y del Cuzco podrían reaccionar y aplastar a aquella cohorte andrajosa de jinetes que, para custodiar al Inca y el precario botín del día de su captura, tenían que velar todas las noches, con armaduras y sobre el caballo, en atisbo de la emboscada india.
El resplandor del oro alumbra, al par que los hachones nocturnos, a los actores de ambos bandos de aquella dramática pugna y zozobra. Por los caminos incaicos empiezan a llegar las acémilas humanas cargadas de oro y plata. Cada día llegan cargas de treinta, cuarenta y cincuenta mil pesos de oro y algunos de sesenta mil. Los tres comisionados de Pizarro que llegan al Cuzco, ordenan deschapar las paredes del Templo del Sol y los palacios incaicos de sus láminas de oro. Y parten para Cajamarca la primera vez 600 planchas de oro de 3 a 4 palmos de largo, en doscientas cargas que pesaron ciento treinta quintales y, luego, llegaron sesenta cargas de oro más bajo, que no se recibió por ser de 7 u 8 quilates el peso. Más tarde llegó todo el oro recogido por Hernando en la "mezquita" de Pachacamac.


lunes, 9 de diciembre de 2013

LOS INCAS Y SU MITICO TESORO

EL ORO: MITO INCAICO
Los Incas no inventaron las técnicas del oro; pero el oro fulgura, desde el primer momento de su aparición, en el valle de Vilcanota en los mitos de Tamputocco y Pacarictampu, como atributo esencial de su realeza, de su procedencia solar por la identificación de sol y oro en la mítica universal y de su mandato divino. Una fábula costeña, adaptada en la dominación incaica, relataba que del cielo cayeron tres huevos, uno de oro, otro de plata y otro de cobre, y que de ellos salieron los curacas, las ñustas y la gente común. El oro es, pues, señal de preeminencia y de señorío, de alteza discernida por voluntad celeste. Los fundadores del Imperio, las cuatro parejas paradigmáticas presididas por Manco Cápac, usan todavía la honda de piedra para derribar cerros, pero traen ya, como pasaporte divino, sus arreos de oro para deslumbrar a la multitud agrícola en trance de renovación. Los cuatro hermanos Ayar portan alabardas de oro, sus mujeres llevan tupus resplandecientes y en las manos auquillas o vasos de oro para ofrecer la chicha nutricia de la grandeza del Imperio. La figura de Manco, el fundador del Cuzco y de la dinastía imperial incaica, fulge de oro mágico solar y sobrenatural. Una fábula cuzqueña refiere que la madre de Manco colocó en el pecho de éste unos petos dorados y en la frente una diadema y que con ellos le hizo aparecer en la cumbre de un cerro, donde la reverberación solar le convirtió ante la multitud en ascua refulgente y le consagró como hijo del sol. En los cantares incaicos el dios Tonapa, que pasa fugitivo y miserable por la tierra, deja en manos de Manco un palo que se transforma luego en el tupayauri o cetro de oro, insignia imperial de los Incas. Manco sale en la leyenda de Tamputocco de una ventana, la Capactocco, enmarcada de oro, y marcha llevando en la mano el tupayauri o la barreta de oro que ha de hundirse en la tierra fértil y que le ha de defender de los poderes de destrucción y del mal. Mientras sus hermanos son convertidos en piedra, él detiene el furor demoníaco de las huacas que le amenazan y fulmina con el tupayauri a los espíritus del mal que se atraviesan en su camino. En retorno, cuando Manco manda construir la casa del Sol –el Inticancha–, ordena hacer a los "plateros" una plancha de oro fino, que significa "que hay Hacedor del cielo y tierra" y la manda poner en el templo del Sol y en el jardín inmediato a éste, a la vez que hace calzar de oro las raíces de los árboles y colgar frutos de oro de sus ramas.
El oro se convierte para los Incas en símbolo religioso, señal de poderío y blasón de nobleza. El oro, escaso en la primera dinastía, obtenido penosamente de los lavaderos lejanos de Carabaya, brilla con poder sobrenatural en los arreos del Inca –en el tupayauri, los llanquis u ojotas de oro, la chipana o escudo y la parapura o pectoral áureo– y se reserva para las vasijas del templo y la lámina de oro que sirve de imagen del sol colocada hacia el Oriente, que debe recibir diariamente los primeros rayos del astro divino y protector. La mayor distinción y favor de la realeza incaica a los curacas aliados y sometidos, será iniciarles en el rito del oro, calzándoles las ojotas de oro y dándoles el título de apu. Y los sacerdotes oraban en los templos para que las semillas germinasen en la tierra, para que los cerros sagrados echasen oro en las canteras y los Incas triunfasen de sus enemigos.
Los triunfos guerreros de los Incas encarecen el valor mítico del oro y su prestancia ornamental. El Inca vencedor exige de los pueblos vencidos el tributo primordial de los metales y el oro que ha de enriquecer los palacios del Cuzco y el templo de Coricancha. Todo el oro del Collao, de los Aymaraes y de Arequipa, y por último del Chimú, de Quito y de Chile, afluye al Cuzco imperial. Los ejércitos de Pachacútec vuelven cargados de oro, plata, umiña o esmeraldas, mulli o conchas de mar, chaquira de los yungas, oro finísimo del Tucumán y los Guarmeaucas, tejuelos de oro de Chile y oro en polvo y pepitas de los antis. El mayor botín dorado fue, sin embargo, el que se obtuvo después del vencimiento del señor del Gran Chimú, en tiempo de Pachacútec. El general Cápac Yupanque, hermano del Inca y vencedor de los yungas de Chimú, reúne en el suelo de la plaza de Cajamarca –donde más tarde habría de ponerse el sol de los Incas, con otro trágico reparto– el botín arrebatado a la ciudad de Chanchán y a los régulos sometidos al Gran Chimú y a su corte enjoyada y sensual, en el que contaban innumerables riquezas de oro y plata y sobre todo de "piedras preciosas y conchas coloradas que estos naturales entonces estimaban más que la plata y el oro".