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sábado, 16 de noviembre de 2013

ORO ENCANTADO

Oro encantado


Un pobre campesino soñó tres noches seguidas que al pie de una mata situada a corta distancia de su casa, estaba enterrado un saco lleno de oro.
‑Es muy posible ‑pensó que mi sueño no sea verdadero, pero no me costará nada ir a cavar un poco por allí. Y si encuentro un tesoro, bien recompensado quedará mi tra­bajo.
A nadie comunicó sus intenciones, de igual modo como tampoco había referido su sueño. Al obscurecer del día siguiente, tomó una azada y se dirigió a la mata que viera en sueños. En cuanto hubo dado algunos azadonazos, tropezó con algo duro y ello le dió la esperanza de que había hecho un importante hallazgo.
En efecto, al poco rato puso al descubierto un saco lleno de lingotes de oro y de magníficas piedras preciosas. Contento a más no poder, se cargó el tesoro al hombro, aunque a causa del peso apenas podía andar y, mientras tanto, pensé en lo que haría con aquella riqueza.
Al llegar a la casa, se dirigió al establo y dejó el saco frente a las tres vacas que tenía, pues deseaba evitar la posibilidad de que algún vecino se enterase de lo ocurrido.
Anduvo acertado al tomar esta precaución, porque, al entrar en su casa, vió a dos desconocidos sentados ante el fuego y que, al parecer, no tenían ninguna prisa por marcharse. Aquellos viajeros hablaban muy bien inglés, pero, en cambio, desconocían el dialecto que usaban el campesino y su mujer. Por eso el primero pudo dirigirse a la segunda y en voz baja y seguro de no ser comprendido más que por ella, le dijo:
‑En el establo tengo un magnífico tesoro. Es un saco lleno de lingotes de oro y de piedras preciosas.
‑¡Oh, tráelo aquí! ‑contestó ella. ¡No sabes cuánto me gustaría ver eso!
‑No quiero que nadie se entere de mi hallazgo -replicó él. Espera a que se hayan marchado estos dos hombres. Entonces traeré el saco aquí.
En cuanto se hubieron marchado los dos viajeros, marido y mujer fueron a contemplar el saco y ambos se quedaron pasmados y sin saber lo que les pasaba.
‑¿Has escupido sobre el tesoro? ‑preguntó la mujer.
‑No ‑contestó él.
Entonces ella le demostró que había cometido una grave equivocación.
‑¿Cómo es posible? ‑preguntó sorprendido el marido.
‑Mi padre ‑le dijo la mujer ‑era muy entendido en esas cosas y con frecuencia le oí decir que esos tesoros suelen estar encantados y que si no se tornan las precauciones debidas pueden desaparecer por completo. En cambio, cuando el que hace el hallazgo tiene la precaución de escupir sobre el tesoro, no hay duda de que ya no sufre ninguna transformación.
‑Sería una verdadera lástima ‑replicó él que, después de haberlo traído aquí y de que tengo la espalda molida por el peso, desapareciese sin quedar nada. Por ahora no hay, afortunadamente, la menor señal de que el tesoro haya de desaparecer, sino que, por el contrario, pesa lo mismo que antes y estoy seguro de que hay aquí más de doscientas libras de oro y joyas.
Luego ambos se dirigieron al establo y pudieron observar que las tres vacas tiraban de sus ronzales como si quisieran huir.
‑No hay duda de que tienen miedo del contenido del saco ‑observó la mujer. El ganado tiene más sentido común de lo que parece y muchas veces ve cosas que los hombres no son capaces de descubrir.
‑Mira, no digas más tonterías acerca de las vacas -observó el marido. Fíjate en ese hermoso saco que está lleno a más no poder.
Pero cuando estuvieron a menor distancia de aquel saco, la mujer profirió un grito de miedo.
-¿Qué demonios has traído aquí? ‑preguntó al marido­. Estoy segura de que dentro del saco hay algo vivo. Ten la seguridad de que ahí no hay ningún tesoro.
‑¡Cállate, mujer! ‑exclamó el marido, enojado y aun temeroso a causa de las palabras de su esposa.
‑Pero ¿no ves que el saco está rodando por el suelo?­ -preguntó ella.
El marido se dio cuenta de que la mujer decía la verdad, pero, sin embargo, no quiso reconocerlo y menos aun dejarse asustar por sus palabras.
-Seguramente ‑dijo una rata se ha metido dentro del saco y ahora, como no puede salir, se revuelve de un lado a otro.
‑Tú abre el saco y, mientras tanto, yo rezaré pidiendo a Dios que nos proteja. Estoy segura de que ahí dentro hay algo muy raro y espantoso ‑dijo la mujer.
Mientras tanto, el marido se inclinó sobre el saco, lo levantó y lo apoyó en la pared. Y cuando se disponía a abrirlo, las vacas parecían estar muy asustadas, tirando de sus ronzales, mugiendo y pateando en su deseo de huir.

Cuando el hombre metió la mano en el saco, asomó la cabeza de una anguila enorme. Tenía los ojos del color de fuego y tan resplandecientes, que deslumbraban como si fuesen dos soles. El campesino dió un salto hacia atrás, yendo a parar casi a la puerta y allí se quedó inmóvil por el terror. Ella, por su parte, profirió un grito que habría podido oírse desde el pueblo vecino, pero no se movió de donde se hallaba, porque la habían abandonado las fuerzas.

La anguila, mientras tanto, salió del saco retorciéndose y empezó a arrastrarse por el suelo. Luego se retorció sobre si misma, de un modo espantoso, y su cuerpo, que sin duda alcanzaba la longitud de un metro treinta centímetros, parecía ser todavía mucho más largo. Luego levantó la cabeza y el cuello, balanceándose ligeramente de un lado a otro. Marido y mujer se hallaban al lado de la puerta, pero era tal su miedo, que ni siquiera pensaron en atravesarla. Con los ojos desorbitados contemplaban la anguila y pronto vieron cómo se encaramaba por un poste que habla en el centro de la cuadra, hasta tocar el tejado con la cabeza. Y entonces atravesó el tejado, se desvaneció o se ocultó en algún lugar. Los dos espectadores no pudieron darse cuenta de ello. Pero aquella anguila enorme y espantosa fué todo el tesoro que salió del saco, que el hombre desenterró y luego llevó a hombros hasta el establo. Así se desvaneció el tesoro.

La ambición por el oro sigue dominando al hombre

La ambición por el oro sigue dominando al hombre

”Cuando el oro apoya una causa, la elocuencia es impotente”. Publilius Syrus.
La historia del mundo ha estado ligada siempre al oro, metal que ha actuado como un perpetuum módem de la evolución de las civilizaciones. En la mítica universal el sol y el oro fueron identificados con mandato divino. Y el oro significaba la señal de alteza de su poseedor discernida por la voluntad celeste. Es decir, desde el comienzo de las civilizaciones el oro ha sido un símbolo y, por supuesto, un instrumento de poder y causa de  sangrientas luchas por poseerlo.
El oro ya era sagrado desde la edad de cobre (4,500 A.C.). Para los griegos y romanos sus dioses estaban hechos de oro, de acuerdo a Ernesto Milà. Según el poeta griego Homero, la túnica, la balanza y el látigo de Zeus eran de oro igual como el escudo de Apolo, las riendas de Artemis, las sandalias de Atenea y el látigo de Poseidón. El historiador y biógrafo romano, Caius Suetonius escribió que el edificio destinado a glorificar a Mitra, que en Persia e India era el dios de la luz solar, estaba cubierto de oro. Para otras culturas, como la judía, el oro era más terrenal a pesar de todos los esfuerzos de Moisés de darle el símbolo divino. El mismo Abraham, según Génesis, era rico porque poseía oro y rebaños.
El  uso de oro como dinero comenzó de lo que se sabe en la ciudad griega Lydia en el año 610 A.C. y unos 60 años más tarde en China. Sin embargo, en Europa hasta el final del siglo XVI el oro era muy escaso, en total menos de 90 toneladas. Pero todo cambió después de la invasión española al continente americano. El inca Atahuallpa en Perú marcó el destino de su pueblo cuando les ofreció  a los españoles un cuarto lleno de oro y dos de plata, a cambio de su libertad. La sed por el oro fue tal que los conquistadores no solo lo asesinaron, sino que decidieron hacerse de todo el imperio. Así, la invasión española facilitó el saqueo de 700 toneladas de oro en las tierras conquistadas y el  genocidio de su población. La nueva riqueza de los españoles y el crecimiento de su poderío significó también la destrucción del Imperio Incaico.
El oro para los españoles significaba una riqueza para explotarse, para pagar gastos de guerra, comprar voluntades y enriquecer a quienes lo poseyeran. En este afán las más bellas obras de orfebrería, fueron fundidas menospreciando el valor artístico para convertirlas en lingotes de oro.
Para los nativos americanos, el oro, llamado en náhuatl "teocuitlatl", significaba excremento de los dioses. Su uso fue ritual y ornamental pero el verdadero valor, se lo daban a la habilidad de los orfebres para crear piezas de delicada manufactura y la maestría aplicada en dichas piezas. Un texto de la época que menciona la admiración que causaba el trabajo indígena entre los artistas europeos contemporáneos, mientras los conquistadores españoles solamente le apreciaban un valor económico:
"...Así, en 1519, antes de la conquista, los objetos que Hernán Cortés envió a Carlos I -una serie de objetos indios de oro, plata, piedras preciosas, plumería, etc., que había recibido de los mayas, de los totonacas y de los obsequios aztecas de Moctezuma-, causaron en Europa verdadera impresión. Alberto Durero, que pudo verlos en Flandes en la corte del emperador, escribió en su Diario: «A lo largo de mi vida, nada he visto que regocije tanto mi corazón como estas cosas. Entre ellas he encontrado objetos maravillosamente artísticos... Me siento incapaz de expresar mis sentimientos»..." De esos presentes, nada quedó en su estado original.

Casi nada ha cambiado en el mundo moderno
Siendo poseedor de grandes reservas de oro, Rusia recién comenzó a extraer su oro al final del siglo XVII bajo la iniciativa del Pedro el Grande. Trajo especialistas alemanes, holandeses y británicos para encontrar yacimientos de este metal. Y ya en 1719 fue producido el primer lingote de oro extraído en las minas de Nerchinsky. Sin embargo, tuvo que pasar un siglo para que Rusia descubriera su real potencial convirtiéndose finalmente en uno de los países con los más grandes yacimientos de oro en el mundo. Actualmente ocupa el octavo lugar  por la producción 165 toneladas de este metal al año. Le anteceden China (260 t), Sudáfrica (250 t.), EE.UU. (230 t.), Australia (225 t.), Perú (182 t.). En total, se produce en el mundo entre 1.500 a 2.200 toneladas del oro al año. Y se calcula que se ha  extraído durante unos 7.000 años algo de 100.000 toneladas, mientras que actualmente hay cerca de 50.000 toneladas en lingotes o monedas y joyas con sus respectivos dueños.
Decía Karl Marx que “a pesar de que el oro y la plata no son dinero por naturaleza, el dinero por naturaleza es el oro y la plata”. En todas las épocas el oro ha sido el más seguro depositario del valor financiero. Los banqueros, que se reunieron en 1944 en EEUU para crear un Nuevo Orden Económico Mundial y así empezar el proceso de la globalización, lo sabían perfectamente al firmar el Tratado Bretton Woods. Los 44 países firmantes de este acuerdo, mayoría de los cuales eran latinoamericanos, dieron un poder absoluto al dólar como patrón oro-divisa comprometiéndose Norteamérica a mantener el precio de oro en 35 dólares por onza de oro. Para fortalecer este dominio crearon de paso al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al Acuerdo General de Aranceles (GATT).
Los defensores actuales de este tratado, que duró desde 1946 a 1971 y trajo cierta estabilidad financiera en el mundo, no toman en cuenta que las ambiciones norteamericanas de expansión económica sin límites tenían que quebrar las condiciones de equilibrio financiero que establecieron los firmantes del Bretton Woods. La guerra en Vietnam aceleró este proceso y el patrón oro-divisa fue abolido por Richard Nixon en 1971 cuando las reservas de oro en Federal Reserve disminuyeron en 50 por ciento lo que obligó al gobierno a poner en marcha su impresora de dólares. Dijo en aquella época el Secretario de Tesoro de Nixon, John Connally: ”el dólar es nuestra moneda y vuestro problema”.
Desde aquella época el mundo entero no se atreve a encontrar la solución a este problema y vive subordinado a la bolsa de valores que es manejada a su vez por un club secreto de nueve banqueros que se reúnen en Manhattan, de acuerdo a New York Times (12-11-2010), cada tercer miércoles con el propósito de proteger sus intereses. Mientras tanto, la economía norteamericana está entrando en un nuevo ciclo depresivo con un desempleo real de 22 por ciento y un crecimiento del PBI cerca de uno por ciento. Es dudoso que el tercer estímulo económico solucione el problema.
Lo único que crece es el precio de oro, además de la plata y se espera que para el fin del año una onza costará más de 2.000 dólares y en el 2012 superará 3.000 dólares. Esto explica porque Hugo Chávez hizo nacionalizar el oro y traer parte de 211 toneladas que tiene en EEUU al país si es que los grandes banqueros le permitirán hacerlo... Ya hay más de 22 juicios internacionales contra el gobierno de Venezuela – un excelente pretexto para no devolver su oro

viernes, 15 de noviembre de 2013

El Tumi de Oro Tesoros Escondidos del Perú,

El Tumi de Oro Tesoros Escondidos

bien seguiremos haciendo una lista de información de tesoros ocultos uno de ellos el tumi.
El Tumi es un tipo de cuchillo ceremonial usado en el Antiguo Perú por las culturas Moche, Chimú e Inca. Habitualmente está formado por una sola pieza metálica. El mango de un tumi tiene forma rectangular o trapezoidal. Aunque su longitud es variable, ésta siempre excede el ancho de una mano. En uno de los extremos del mango está la marca característica de los tumis: una hoja cortante en forma semicircular (donde el lado curvo es el que tiene el filo y el lado recto es perpendicular al mango).

Tumi Lambayeque






Los ejemplares arqueológicos más conocidos son los que proceden de sitios arqueológicos de la costa norte peruana, especialmente los del período lambayeque(700-1300 d. C.) (también llamado Sicán). La sección del mango de estos Tumis muestra una elaborada figura de forma humana y ojos almendrados (figura que tradicionalmente se ha identificado con Naylamp, un dios-rey de los mitos lambayeque) , a veces con incrustaciones de piedras semipreciosas. Los Tumis lambayeque son algunas de las piezas más famosas del arte precolombino peruano.
En 2006 las tumbas lambayeque encontradas por Izumi Shimada y Carlos Elera en el bosque de Pomac permitieron el registro arqueológico de tumis in situ por primera vez. Hasta esa fecha, todos los tumis lambayeque conocidos procedían de tumbas saqueadas. Fue creado entre 1100-1400

Usos

El arte andino precolombino (especialmente el arte moche) muestra claramente el degollamiento de prisioneros con tumis.
Se sabe que los antiguos peruanos curaban a sus heridos con traumatismos craneales severos (algo común en la guerra, que utilizaba las mazas contundentes como una de sus principales armas) practicando cortes y extracción de la parte dañada del cráneo (trepanaciones craneanas). Estas operaciones muchas veces permitían que el herido siguiera viviendo, tal como lo demuestra la evidencia arqueológica de cráneos trepanados encontrados sobre todo en la costa sur peruana. (Especialmente de las culturas paracas ynazca). Es una idea común que esos cortes se practicaban con cuchillos de pedernal y con tumis metálicos.
Ello ha influido en la simbología médica contemporánea. De hecho, la famosa Vara de Esculapio con una serpiente enroscada, uno de los símbolos universales de la práctica médica, es sustituida en el Perú contemporáneo por la silueta de un tumi, como se pude ver en los isotipos de instituciones médicas del país (Gremios médicos, clínicas, etc.). En algunas entidades el tumi va acompañado de las clásicas serpientes entrelazada... La representación es la de un personaje mítico, que algunos estudiosos sostiene que es la del antiquísimo Naymlap. La cabeza del personaje en su parte superior termina en una diadema en media luna que en su campo medio presenta OCHO ESMERALDAS incrustadas y rodeada por adornos circulares en el mismo metal, sobre las esmeraldas aparece en arco una hilera de catorce dibujos en forma de “S” en posición horizontal y entrelazadas unas con otras sobre la cual hay otra fila de adornos en zig-zag y se remata la parte superior y enmarcada entre dos hileras de adornos globales, una fila de doce figuras en forma de “S” horizontales.
Debajo de la diadema, presenta la cara cubierta por una máscara, donde los ojos son redondos y rasgados hacia los lados y hacia arriba; prototipo de las máscaras Lambayeque; una nariz que según algunos estudiosos cuando se aprecia de perfil tiene la forma de pico de ave (característica ornitomorfa); una boca diseñada por una línea horizontal en bajo relieve con labios pronunciados y enmarcado por dos líneas laterales verticales que simulan los pómulos y abajo el mentón de la cara.
Lateralmente se desprenden de la diadema dos orejeras que rematan cada una de ellas en un círculo metálico con incrustación de una esmeralda. Además y también lateralmente cuelgan a manera de dijes, dos estructuras que representan aves mitológicas, sostenidas con el pico hacia abajo.

viernes, 8 de noviembre de 2013

La leyenda Muki ó Muqui

El Muki ó Muqui andino

 
Existe una leyenda urbana en los andes centrales de Perú acerca del Muki o Muqui, el cual es al parecer un duende que habita en las minas en especial las profundas, por ello solo su existencia se centra al espacio subterráneo (en otras palabras solo en el interior de la mina). El Muki desarrolla una conexión con los trabajadores del socavón a los cuales escarmienta o ayuda decisiones que el mismo ente decide.

Conforme pasa el tiempo su descripción varia dependiendo la época, relatos de mineros en los años 30´s decían que recorría socavones sosteniendo una pequeña lámpara de carburo vistiendo con un poncho hecho con lana de vicuña, en la cabeza llevaba 2 pequeños cuernos relucientes y hablaba con voz suave y encantadora. Ahora en nuestros días quienes han percibido su presencia refieren que no es muy diferente aunque ahora viste con ropa de minero, algunos poseen botas de agua y hasta usan linternas eléctricas de batería posiblemente hurtadas de los mismos mineros.
La leyenda del Muki se encuentra muy extendida en el ambiente minero de los andes peruanos, no han sido pocos los que han sido testigos de su existencia así como de sus travesuras o bondades según haya sido su suerte, incluso puede ser que tome la apariencia de un animal el cual ya de por si es extraño que este dentro de la mina, o de un hombre blanco y rubio el cual se presenta con  los mineros muchas veces para engañarlos y hacer una de las suyas.
Muki significa húmedo o humedad en quechua, por eso se dice que suele aparecer en lugares cercanos al agua, aunque también puede ser una derivación de Mukiq que significa “el que asfixia” el cual se puede pensar que está asociado a los gases letales que pueden estar en algunos lugares bajo tierra.
En los departamentos mineros de Perú la descripción de este ser es la misma mas el nombre como lo reconocen varía dependiendo la región, por ejemplo en Arequipa lo conocen como Chinchilico, en Puno Anchancho, en Pasco Muki y en Cajamarca Jusshi. Se puede pensar que el Muki guarda relación con las diferentes criaturas con las mismas características en distintos lugares del mundo, que también tienen una conexión muy fuerte con la tierra como los leprechauns en las minas de Irlanda ó los entes benignos que habitan en las minas de estaño de Cornualles y Devon, puede que solo sea una extraña coincidencia el hecho de que se cuente historias de seres pequeños en trabajos subterráneos, pero como dicen algunos “las coincidencias de esta manera no existen”.
 

El muqui, muki o anchancho dueño de las minas de oro y plata

Muqui (mitología)

El muqui, muki o anchancho,


 es un duende de la mitología de los Andes centrales en Bolivia, Perú, Ecuador, y Colombia; el cual se caracteriza por ser minero y, como tal, su existencia está circunscrita al espacio subterráneo: el muqui habita en el interior de la mina.
La palabra Muqui resulta de la castellanización del vocablo quechua murik, que significa "el que asfixia" o muriska "el que es asfixiado". En su vertiente huancavelicana, la palabra muqui sugiere "el acto de torcer", "ahorcar". Por ello, los antiguos mineros inconscientemente, identificaron al Muqui con el sílice, polvo letal que produce la enfermedad de la silicosis. Aunque también Muki en quechua significa "húmedo" o "humedad". De ahí se dice que el Muki aparece en los lugares donde hay agua.
A pesar de la distancia y el aislamiento de los campamentos mineros, la creencia y la descripción del Muki es, prácticamente, la misma en la sierra desde Puno, en el sur hasta Cajamarca en el norte del Perú, en el centro hasta Pasco, aunque su nombre varía en algunos lugares. En Arequipa, por ejemplo, se le llama “Chinchilico”; en Puno, “Anchancho” en Pasco y la región andina de Bolivia, “Muqui” y en Cajamarca, “Jusshi”. Todas estas ciudades están localizadas en el Perú.
La fusión (sincretismo) de la cultura indígena con la cristiana, supuso también la inclusión de creencias occidentales con respecto a este mito, tal como que las principales vícitimas de estos duendecillos era los niños moritos, aquellos que aún no habían recibido el bautismo; incluso se menciona en algunos lugares del sur del país, que son estos niños no bautizados, eran quienes se convertían en los duendecillos. Según antiguos relatos, Los niños que no son bautizados, son raptados por los duendes, los cuales viven (o se esconden) en las higueras o platanales, para que se conviertan en uno de ellos. El niño que se encuentra con estos seres, aparte de recibir un gran susto adquiere una piel muy pálida, por lo que se recomienda llevar lo más antes posible a una iglesia para que reciba el Sacramento.
La creencia en el Muki surgiría tanto de las antiguas tradiciones andinas sobre los demonios y pequeños seres que pueblan el “Uku Pacha” o mundo de abajo, como de los propios temores y de la necesidad de los trabajadores de encontrar una explicación a las cosas extraordinarias que suelen ocurrir diariamente en la labor minera.
Como se advierte, en el imaginario popular, no existe un solo tipo de Muqui. Así como hay diversidad de elfos mineros a nivel universal, existen también variedades de Muquis en el mundo subterráneo de los Andes. Se les conoce por los lugares en que se hicieron visibles. Sus diferencias son formales antes que de esencia. Así tenemos Muquis de Huacracocha, de Goyllar, de Morococha, de El Diamante, de Santender, de la Mina Tentadora, de la mina Julcani, de Excélsior, por citar algunos de los más conocidos de una inacabable relación que corresponde a la tradición oral de las minas.

Fisonomía, vestimenta y costumbres

De estatura pequeña, el Muqui no excede los cincuenta centímetros, perteneciendo, estos seres, a la categoría de los enanos.
Para la tradición cerreña, el Muqui es un ser pequeño, de cuerpo fornido y desproporcionado. Su cabeza está unida al tronco, pues no tiene cuello. Su voz es grave y ronca, no concordante con su estatura. Sus cabellos son largos, de color rubio brillante. Su rostro es colorado y está cubierto de vellos. Posee una barba larga, del color blanquecino de la alcaparrosa. Su mirada es penetrante, agresiva e hipnótica, de reflejos metálicos. En otras tradiciones mineras, su cabeza presenta dos cuernos. Éstos le sirven para romper las rocas y señalar las vetas. Su piel es muy blanca y lleva colgado de la mano un farolito (cf. Sosa y Tamara). Además tiene las orejas en punta. (La influencia occidental es nítida en este aspecto de la representación. El diablo, originario de la cultura etrusca y difundido extensamente en el bajo medioevo por el catolicismo, ha sido vinculado con los duendes mineros. Los metalarios del periodo inicial de la alquimia, atribuían a los duendes, gnomos, kobolds y al diablo mismo, las perturbaciones en el tratamiento de los metales. Por ejemplo, el nombre del cobalto deriva de kobold (duende escandinavo) y níquel del diablo mismo, como lo llamaba un sector de alquimistas.)
Habitan en lugares desérticos, atacan produciendo bastante miedo a sus víctimas o adversarios, se dice que suelen llevarse niños solos e indefensos; un secreto de personas antiguas para enfrentarlos es quitarse el cinturón o correa de los pantalones y darles con el cinturón con mucha fuerza sin dejarse vencer por el miedo.
Su descripción varía de acuerdo a la época. Antiguamente, por la década de los años 1930, se decía que recorría los socavones sosteniendo en la mano, una pequeña lámpara de carburo, abrigado con un poncho hecho de lana de vicuña. Tenía en la cabeza dos pequeños cuernos relucientes y hablaba con voz suave. En la actualidad no es muy diferente, aunque ahora vista ropa de minero, botas de agua y use una linterna eléctrica a batería. A veces el pequeño duende toma también la forma de animal o de un hombre muy blanco y rubio para presentarse a los mineros y engañarlos.
La leyenda del Muqui, se encuentra ampliamente extendida en el ambiente minero de los Andes Centrales.
Consecuente con las exigencias del trabajo, el Muqui usa casco, ropa de minero y calza botas claveteadas. En otras tradiciones, se le representa como un geniecillo vestido de verde musgo, a veces con una finísima capa de vicuña o con el traje impermeable que usan los mineros. Generalmente, porta en la cintura una lámpara, ya de carburo, ya eléctrica, según el avance teconológico de la mina. Lleva un shicullo, soga de pelos de la cola del caballo, atado a la cintura. Camina como pato, pues sus pies son de tamaño anormal. Sus extremidades inferiores pueden adoptar la forma de las patas de un ganso o cuervo. Asimismo, pueden tener la punta hacia atrás. Por ello su ropa les cubre hasta los pies. Los curiosos esparcen ceniza o harina en su camino para auscultar la huella que dejan a su paso.
El Muqui puede andar solo o acompañado: refieren, algunos informantes, episodios protagonizados por varios Muquis formando grupos; otros dan fe sobre su inclinación de vivir solos. Pueblan, estos seres, un mundo de eterna oscuridad, sin tiempo. No se le ha visto envejecer, pareciera que el tiempo no le afecta. Y, en su sorprendente existir, se torna visible o invisible a los ojos mortales. Los Muquis gustan de lanzar penetrantes silbidos. Éstos, anuncian peligro y salvaguardan a los mineros de su simpatía. En otras ocasiones, producen desconcierto y miedo. Los Muquis, son comunicativos. Hablan a los oídos, conversan en los sueños, poseen un extraño poder premonitorio. Esta energía dialogal es sentida, vitalmente, por las gentes de las minas. El Muqui no gusta de los agnósticos. Le molesta que duden de su existencia.
El Muqui se inmiscuye en el destino de los trabajadores del socavón, gratificándolos o escarmentándolos. Es un misterioso enano conocido como el dueño de las minas.
El Muqui es un duende investido de poder. A su voluntad, hace aparecer o desaparecer las vetas (veta de oro). Está atento a las obsesiones, resentimientos, ambiciones y frustraciones de los mineros. Y, al tiempo que demuestra simpatía hacia unos, genera castigo y escarmiento a otros. Puede aliviar el trabajo, ablandar las vetas o endurecerlas, si prefiere. Suele conceder favores, establecer pactos, sellar alianzas, llegar a acuerdos a plazo fijo, que cobra puntual e inexorablemente. Pues, estos donantes de la buena o mala suerte, poseen un código de honor preciso y reservado. Su ética exige discreción y reciprocidad en sus pactos. De allí que los amigos del Muqui sean personas de opiniones reservadas y criterios parcos.
La mayoría de relatos coinciden en que es posible atrapar al Muqui y hacer “pacto” con él para enriquecerse. En el caso más frecuente el enanito de las minas ofrece al trabajador hacer su “tarea” a cambio de coca, alcohol y hasta de la compañía de una mujer para mitigar su soledad. Pero casi siempre el resultado del pacto es trágico, pues a la larga de una u otra manera el minero incumple y el Muqui se venga quintándole la vida.
El Muqui se abstrae en el juego o el trabajo. Por esa razón bien puede observársele sin que lo advierta. En esa circunstancia, los audaces, logran cogerlo y sujetarlo con el shicullo. En tal caso, al Muqui "se le amarra sólo con soga de cerda de caballo, porque hasta el alambre lo rompe" (cf. Huanay: 78-79). Enseguida, se lo cubre con la misma ropa de su captor. Este secreto, lo inmoviliza. Ha habido mineros que habiéndolo amarrado lo han amenazado con llevarlo a la luz y el Muqui se ha vencido, sabedor de su debilidad: los reflejos del sol lo desvanecen y matan.